Por Silvina Baldino
Un viaje al Valle de Loira, en Francia, fue lo que inspiró a sus antiguos dueños a construir un castillo en plena llanura de la provincia de Buenos Aires. Corría el año 1895, tiempos dorados de la Argentina, y esta gran obra del arquitecto Alberto Favre comenzaba a tomar forma. La construcción (con materiales traídos de Europa) demoró 10 años y durante mucho tiempo se tejieron apasionantes historias. Hoy, los actuales dueños nos dan la posibilidad de traspasar la tranquera de La Candelaria, y remontarse a épocas pasadas.
Un camino de tierra nos sumerge a los viajeros a un cuento en las afueras de Lobos. Luego de traspasar el segundo portón de entrada, un amplio sendero con dos hileras de casuarinas y eucaliptos a los costados nos lleva al casco principal de la estancia. Al estacionar, nos deslumbra el castillo con sus cúpulas cónicas y su torre almenada como salido de un cuento de hadas. Alrededor, el soberbio jardín de estilo francés diseñado por Carlos Thays con más de 240 especies de plantas, fuentes, estatuas y puentes entre pinos, araucarias, ombúes y palmeras. Detrás del castillo, un bosque surcado con varios senderos que terminan todos en el parque.
Luego de hacer el check in en la recepción, y con el mapa que nos entregan (que incluye la historia de La Candelaria) nos disponemos a recorrer el lugar para no perdernos de nada. Dentro del castillo, un recibidor con una imponente araña de flores de cristal de Murano, sillones de estilo Luis XV, una chimenea de mármol de carrara apagada. El mundo exterior se filtra a través de los vitrales franceses. Una sala con billar, un comedor con una imponente araña con 600 caireles, también de cristal de Murano.
En el suelo hay alfombras persas con muebles comprados en Europa a fines del siglo XIX, cuando ya eran antigüedades. Los pisos son de roble de Eslavonia y la escalera cruje cuando uno sube a las habitaciones. En el Castillo hay disponibles 8 habitaciones Clásicas y 2 Suites. Todas con ambiente mobiliario de época, con vistas al bosque o al parque. Nada más lindo que abrir esos enormes ventanales a la mañana y que el sonido del canto de los pájaros nos invada.
Dormir en el castillo es viajar al pasado, jugando a tener un título nobiliario, pero con las comodidades y los servicios del presente. El desayuno se sirve todas las mañanas en el jardín junto al castillo -si el clima lo permite- o en el Salón Dorado. Lo que antes se ofrecía en formato buffet, ahora está a la carta (protocolo sanitario), desde variedad de infusiones, jugos naturales, medialunas, tostadas con dulces caseros, jamón, queso hasta budines, scons, palmeritas, cereales, yogurt, y huevos revueltos. también, frutas frescas de estación.
Más allá del castillo
Además del castillo hay un sector de la estancia conocido como Casco Colonial donde los viajeros también se alojan. También en una zona apartada hay dos Bungalows (ideal para familias) y un Molino holandés con una habitación de estilo campestre chic en el medio del parque, otro mágico (y romántico) lugar para hospedarse. En todos los casos, la estadía incluye recepción, almuerzo, cena y desayuno.
Quienes llegan a La Candelaria, tanto para quienes se hospedan como para quienes llegan a pasar un “Día de campo”, pueden dar un paseo a la antigua en sulky y a caballo; zambullirse en la piscina (o tirarse “palito” desde el trampolín); descansar al sol en en la sombra en alguna de las tumbonas de la zona de la piscina; recorrer el parque y el bosque en bici; hacer uso de las canchas deportivas (fútbol, voley, tenis); jugar al ping pong; o que los más chicos disfruten del espacio de juegos bajo una arboleda. Depende del día podés encontrar clases de cocina donde te enseñan los secretos para preparar las empanadas, tour botánico de flora y fauna, visitas guiadas al castillo, paseo en tractor para conocer la producción bovina, clases de yoga, etc. También vale una linda caminata por el predio y pasar por la capilla donde descansan los restos de los primeros propietarios del lugar.
Sabemos que la gastronomía es una pieza fundamental en el turismo de estancias. La Candelaria no es la excepción. Hay una propuesta consistente que convoca a más de un pasajero reincidente. Cruzando el parque, vemos de lejos las canchas de polo y nos encontramos con La Caballeriza Bar y el Almacén, que es el lugar donde se arma fogón y se disfruta del happy hour (de 19.30 a 21 hs). El escenario perfecto para tomarse un vermucito antes de cenar.
Enfrente y al lado del área Colonial se ubica el restaurante 5° Chukker, un galpón ambientado en clave de Polo. Se puede almorzar-cenar al aire libre, bajo la copa de los árboles o en el salón aclimatado con aire acondicionado. El chef de 5° Chukker es Darío Díaz y quien demuestra su destreza en la cocina en cada uno de sus platos de carta (carnes, pescados, pastas, ensaladas, postres, y más). Todos elaborados con materia prima de calidad y excelente presentación.
En 5° Chukker todo es tentador. Una sugerencia como entrada, la Provoleta con Chutney de tomates. Un plato principal que no falla es el Ojo de bife con crocante de chimichurri, salsa de oporto, calabacín asado y cebollas caramelizadas. Podés elegir el grado de cocción que más te guste. Si te apetece unas pastas, los Sorrentinos de calabaza con salsa de tomate y albahaca con aceite de pesto la rompen. Entre los postres, el Marquise de chocolate con crema inglesa y frutos rojos cautiva el paladar de los más golosos. La carta de vinos es amplia y todas etiquetas seleccionadas.
Los viernes a puro bienestar
De por sí, llegar a La Candelaria invita a dejar el celular y recorrer los espacios verdes en toda su extensión disfrutando de los sonidos del campo. Pero el plan completo de desconexión con el mundo, y de conexión con uno mismo, te lo da el “Viernes Wellness”, una propuesta pensada para lograr el puro bienestar de la mano de Maira Rasero: clase de Hatha Yoga y una relajación con cuencos tibetanos, que pueden ser en el parque (bajo las araucarias), en el bosque o en el Castillo según el clima.
El programa incluye el hospedaje la noche del viernes, y las comidas tradicionales (recepción, almuerzo, cena y desayuno) con la opción de platos saludables y jugos detox. Están incluidas las cabalgatas, bicicletas, el uso de la piscina y de las canchas deportivas. Con costo adicional podes sumar masajes, reflexología, reiki y limpiezas faciales. Las actividades de Bienestar están controladas por los profesionales que conforman OM House, una empresa de bienestar corporativo.
Los días de semana, el ambiente en La Candelaria es por supuesto más tranquilo. Sin embargo, la ocupación a tope no impide para que puedas disfrutar del sosiego leyendo un libro bajo la sombra de un árbol y de una experiencia auténtica. Oda al silencio y a un cielo nocturno único.
▻ Tips de viaje:
· Cómo llegar: Tomar la ruta 6 y luego empalmar con la 205 en Cañuelas. Girar a la derecha en el km 114,5 por un camino mejorado.
· Los huéspedes del castillo, desayunan y toman el té allí, pero realizan las comidas en el restaurante.
· También se puede venir a pasar el día. El Día de Campo incluye recepción, almuerzo, y té de la tarde; además del uso de las instalaciones al aire libre. Tarifa: desde $4.500 por persona.
· Hay servicio de wi fi en el Castillo y en el Casco Colonial.
· Para las actividades como las cabalgatas, u otras experiencias, conviene reservar.
· En el Almacén de La Candelaria podés comprar productos regionales.
· En febrero se celebra san Valentín, y este año hay una propuesta especial con cata de vinos Luigie Bosca, cena en pasos y alojamiento extendido por el fin de Semana Largo de Carnaval.
· En pareja, en familia, con amigos.. todos en La Candelaria son bienvenidos
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La Candelaria
Dónde: Ruta provincial 205 Km 114,5
Estadía: desde $12.600 (Castillo); desde $14.400 (Molino); desde $9.000 (Bungalow o Coloniales). Los precios son por persona, por noche. El tarifario completo Verano 2021, acá.
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Web: www.estanciacandelaria.com