Por Silvina Baldino
Cuando creías que era difícil de comprender el arte, que los artistas eran inaccesibles, que nuestro presupuesto nunca iba a estar a la altura de una obra, una cita lo cambia todo. El fin de semana experimentamos el ritual “ArTé en Casa”, el evento que Selva Guiffrey lleva a delante en su casa con el fin de acercar su trabajo de artista al público, conocer su espacio creativo y compartir un té con cosas ricas charla de por medio.
“El cielo y el río lo incorporé a mi hogar”, cuenta Selva al darnos la bienvenida a su lugar, un departamento de doble altura muy luminoso con vistas largas al Río de la Plata y una decoración que luce muy natural con los cuadros de la artista que, al contemplarlos, provocan sensaciones únicas. Al entrar a la casa, aparece el living con un enorme ventanal y la vista privilegiada de un piso 21. Una gama de colores elegantes y representada en el cielo y el río. El taller, asomando en la planta alta y completamente integrado a la vida familiar.
Selva nació en Villa Elisa, Entre Ríos. Es farmacéutica de profesión (“por mandato familiar”, según ella) y despliega todas su frescura, humor y calidez con su tonadita litoraleña. Hace 15 años dejó su ciudad natal para casarse con un porteño. Ya instalada en Buenos Aires, comenzó a dedicarse de lleno a lo que le apasiona: el arte, en todas sus formas. Y de a poco fue transformando el hogar que comparte con su marido en una casa galería-taller, donde pueden convivir perfectamente el espacio de trabajo y la vida cotidiana.
Ella pinta, pero también escribe el texto de sus obras, y también diseña ropa y crea objetos decorativos. La sutileza en cada una de sus creaciones. En el hogar de Selva todo es artesanal o intervenido con ingenio. Creaciones propias o de otros artistas o artesanos. “Cuando entrás a una casa y ves arte u objetos intervenidos sentís que estás en un lugar que está transmitiendo cosas”, dice la artista. Y sin duda en esta casa se percibe. Los cuadros se unen naturalmente con la deco y, a la vez, provocan sensaciones únicas en cada observador. Un balcón en el exterior de considerables dimensiones con un cuadro pintado con acrílico, el primer elemento de este diálogo con el paisaje.
“La contemplación en vivo es lo que enriquece la obra. Acá trabajo mucho con relieves visuales y táctiles, muchas transparencias y luminiscencias que, de acuerdo a la posición del espectador y a la incidencia de la luz, veremos cómo cambia la obra y se genera una dinámica” asegura Selva, quien nos sugiere transitar con la mirada fija en la obra para experimentar los destellos. “Todo el tiempo vas a ir descubriendo algo nuevo en la obra, y aún más con el transcurso del día”.
El living está integrado al comedor, donde Selva nos sirve el té y las delicias caseras. Allí, la escalera oculta que conduce al atelier con postigos y puertas antiguas espejadas para que nadie pueda perderse la presencia del río. Todo reciclado. En la planta alta, el taller donde trabaja la artista. Una mesa enorme de cemento alisado sirve de base para sus creaciones. Pinceles, óleos, acrílicos, telas, bastidores y obras que van desde collage textiles, pinturas y grabados. Una malla metálica donde exhibe las obras en pequeño formato. Y con la más inspiradora visual: el ventanal al río.
El arte en sus múltiples formas y en todos los espacios. Sus obras como protagonistas deco de su hogar. En el living, en el comedor, en la cocina, en el dormitorio hasta en los baños de su casa. Una experiencia que nos hizo conectar con la obra y con el artista. Lo nos quedó bien claro es que no es necesario saber de arte para enamorase de una obra, tampoco para utilizarlos como elemento deco de nuestro hogar. En definitiva, el arte nos acerca, nos conmueve, y emociona.
Un recorrido en fotos >>
El ciclo ArTé es un ritual que repite Selva cada tanto. Dos jornadas con recibimiento de gente por turnos. Este fue el último del año, pero habrá más. Enterate de los nuevos encuentros ArTé en Instagram: @selvaartargentina