Por Silvina Baldino
Agarrar el auto y dejarse llevar por los caminos que te conducen fuera de la ciudad, donde el paisaje urbano se desvanece y lo sustituye el campestre … ¡fascinante!. Después de un viaje de 15 minutos desde el centro de City Bell, descubrimos un lugar que atesora una rica historia, y en donde podrás contemplar el paisaje rural idílico mientras degustás unos deliciosos platos preparados con los vegetales del lugar.
Bajo el sol del mediodía, nos llegamos hasta Greens City Bell, una huerta agroecológica con más de 70 especies de vegetales con una propuesta gastronómica auténtica. Juan Carlos y Nelly nos reciben en su ‘rancho’, una construcción que comenzó siendo galpón que se transformó en un rancho de estilo patagónico (techo a cuatro aguas, mucha chapa y madera). En su interior, un gran salón con algunos ventanales de hierro con vidrio repartido de colores en sus marcos, mesas y sillas de madera, un ramo de flores silvestres en cada rincón, una bodega con una cuidada selección de etiquetas, una heladera con variedad de conservas caseras (berenjenas, acauciles, coliflor, remolachitas, zanahorias, porotos, ajíes asados y en aceite, morrones), un sector de guarda para la vajilla y un estupendo espacio donde Nelly elabora los platos con utensillos. tradicionales y cocina a leña.
Mientras iniciamos una charla con Juan Carlos para que nos cuente acerca de su curioso proyecto, Nelly se dirige a la huerta para cosechar los vegetales que serán parte de nuestro improvisado almuerzo.”El paisaje rural me gusta mucho, me entusiasma y empecé con esto”, comenta y “siempre me gustó tener mi propia huerta en casa, aún cuando vivía en Buenos Aires tenía mis vegetales en algunas macetas”. Y es que Juan Carlos Giorgieri, abogado de profesión, dejó la gran ciudad hace unos años para dedicarse a un ambicioso proyecto: fundar el Colegio Patris, ubicado a pocos metros de la huerta Greens.
“Este restaurante con pinta de galpón y con toque de rancho patagónico es mi segundo amor”, dice el propietario quien a los 58 años (hoy Juan Carlos tiene 63) hizo un balance de su vida y comenzó a hacer realidad esos sueños que nunca había podido cumplir. Su amor por la tranquilidad del campo y por rescatar los sabores auténticos de la cocina fueron su inspiración para la creación de Greens, una huerta agroecológica muy cerca de la ciudad con un espacio para compartir un momento gastronómico que despierte los cinco sentidos.
“Me encantan las praderas, por eso dejo que crezcan algunos pastizales”, comenta Juan Carlos mientras iniciamos un apacible recorrido por la huerta donde conviven flores, aromáticas y más de 70 especies de verduras. En el perímetro de rancho encontramos flores mezcladas con plantas de curry, romero, tomates cherry, albahaca, tomillo, cilantro, varias especies de menta, entre otras hierbas. En el sector de plantaciones, se lucen los repollos blancos y colorados, hinojos, distintos tipos de kale, variedad de lechugas (como la hoja de roble de España, etc), pepinillos, porotos, acelga colorada traída desde Francia, tomate recién sembrado, pepinillos, otra t anda de tomates cherry morado, amarillos, berenjenas, cebollas blancas francesas (barletta), ajíes, entre otros vegetales. También vemos una porción de tierra que ya está preparada para plantar choclos y zapallos especiales. A Juan Carlos le regocija el ritual de preparar la tierra, abonarla, regarla, sembrar y luego recrearse con lo que va creciendo. “Cuando viajo me gusta recorrer mercados y traerme algo de los semilleros”, revela. Este es el gran secreto de su huerta: productos variados y muchos de ellos exóticos.
Ya de regreso al rancho vemos un banco a orillas de un estanque “este lugar fue creado para cuando quieres disfrutar de un momento solitario, y dejar a un lado las preocupaciones”. “La idea es que quien llega a Greens se lleve los aromas de la huerta, una cuota de tranquilidad, un dejo de amabilidad… Ese es es el espíritu del lugar, donde la gente venga a disfrutar donde la comida es un elemento importante pero el ámbito es otro, el sonido de los pájaros, la música en el salón comedor (un Mozart, un flamenco, un Bach o un Cuchi Leguizamón), porque queremos que todo lo que hace bien, esté”, dice el anfitrión.
Luego de un recorrido nos sentamos en la galería del rancho a disfrutar del almuerzo. Una porción de tarta casera de multiverduras acompañada por una súper ensalada de la huerta (con cortes gr andes para las hojas exóticas, chauchas amarillas de Murcia, tomates y zanahorias baby). Un mix de sabores y texturas difícil de olvidar. Para maridar, una refrescante agua de campo. De postre, natilla a la canela. “Queremos que Greens sea un lugar auténtico”, dice el anfitrión y detalla: “Nelly es la jefa de cocina, pero elaboramos el menú en conjunto, porque a ambos nos gusta proponer el banquete”.
El día previo a nuestra visita, Nelly había cocinado para unos 20 comensales para quienes les armó un delicioso menú: bruschetas de foccacia con escabeches caseros, buñuelos de 4 tipos de kale con una súper ensalada de la huerta, bondiolas braseadas al romero con verduras grilladas, natillas de postre y una variedad de pasta frolas y tartas para el té de sobremesa. “Acá el 90% de lo que se sirve es con materia prima del lugar”, cuenta orgulloso Juan Carlos y recalca: “Con Nelly siempre decimos no vendemos verduras ni comida, vendemos un momento de tranquilidad, o simplemente lo compartimos”.
Greens City Bell es un lugar con un encanto especial, en donde Juan Carlos y Nelly tratan de potenciar el ambiente natural con los aromas y sabores de la tierra fértil del cordón frutihortícola platense, y con un cálido recibimiento de sus anfitriones. Porque de lo que se trata es de entablar un vínculo con las raíces, de transportar todo ese bagaje y que la experiencia gourmet multisensorial llegue al alma.
Nos despedimos del lugar con un bouquet de aromáticas y vegetales en mano y con la grata sensación de haber vivido una experiencia multisensorial única, donde el gusto, el olfato, los oídos y la vista se sintieron conmovidos por la simpleza de la naturaleza.
Greens City Bell
Dónde: 146 e/ 446 y Arroyo Carnaval, City Bell (pasando el Colegio patris, se entra a un estacionamiento y luego se cruza con el auto un puente de madera; a unos 100 metros, el rancho)