Una familia argentina que vive y viaja en barco por Brasil publicó un libro en la cuarentena para paliar la crisis económica por la falta de turismo. Con una pata en un barco y otra en Buenos Aires, decidieron emprender y montar una pequeña editorial en plena pandemia.
Hace dos años y medio, una pareja con su bebé Ulises decidieron mudarse a su velero y zarpar en un viaje sin tiempos. Dejaron una vida cómoda en Buenos Aires y empezaron a navegar con rumbo norte por la costa de Brasil.
Él, psicólogo de una aerolínea argentina y ella periodista especializada en viajes, hicieron una apuesta fuerte para poder compartir los días con su hijo en un ambiente de naturaleza y aventura. A bordo de El Barco Amarillo, como se conoce a su casa-barco, viajaron por el litoral de Santa Catarina, Sao Paulo, Rio de Janeiro, Vitoria y Bahía, donde Constanza queda embarazada de su segundo hijo.
“La opción era seguir al Caribe o buscar un hermano para Ulises, que ya tenía tres años, y enseguida quedé embarazada. Estábamos en un pequeño pueblo bahiano, cerca de Morro de Sao Paulo, y decidimos poner proa al sur hacia Ilha Grande, el lugar que más nos gustó de todo el viaje para vivir a bordo y pasar el primer tiempo del bebé”, cuenta Constanza, quien cursó el embarazo en el mar, haciendo los estudios de sangre, ecografías y controles médicos en cada puerto donde recalaban con su velero amarillo. Y todo fue bien hasta el séptimo mes, cuando se declara la pandemia por el coronavirus, cierran las fronteras y convierten la única maternidad pública de Angra dos Reis (la ciudad más cercana a Ilha Grande) en un centro de atención para pacientes con COVID19.
Fue ahí cuando deciden levar el ancla y volver a navegar hacia Río de Janeiro, donde una maternidad privada prometía un parto con mínimos riesgos de exposición al virus. Renata nació perfecta y carioca el 1º de Junio, en la ciudad que ranqueaba entre las primeras del mundo en cantidad de casos de contagios y muertes.
Con una semana de vida, la familia entera navegó de regreso las 12 horas hasta Ilha Grande, que al estar cerrada al turismo y tener muy poca población era un lugar seguro para ellos. El riesgo de contagio era mínimo al estar en un barco, en una isla. Y así pasaron los primeros meses de la bebe, por un lado aprovechando el tiempo para estar juntos, y por otro lado, con un poco de ansiedad por no saber cuánto más iba a durar y cómo iban a poder solventar el viaje.
Hasta que apareció el Coronavirus, el proyecto de El Barco Amarillo se sustentaba exclusivamente con personas que se hospedaban y pasaban días de vacaciones flotando y paseando en velero. A través de su cuenta de Instagram (@el_barco_amarillo), y a pedido de sus seguidores, al poco tiempo de comenzar su viaje decidieron abrir la escotilla del barco para recibir amigos que tuvieran interés en este estilo de vida y que quisieran darle una probadita a la vida en el mar.
“Siempre nos gustó recibir gente, en Buenos Aires hacíamos couchsurfing, siempre que viajamos elegimos compartir con otros. Es ganancia pura, es divertido, uno aprende de otras cosas y practica idiomas, para Ulises también es un intercambio muy valioso. Sino, uno corre el riesgo de volverse medio ermitaño o interesarse sólo por lo que conoce”, cuenta Juan, y agrega: “Para mí, como profesor de vela, también es una forma de acercar y difundir la náutica, no sólo como deporte sino como forma de vida”.
Dejaron de hospedar en marzo y desde entonces vivieron de los reales que pudieron ahorrar durante la temporada de verano. En esos meses de parate, Constanza, que venía trabajando desde hacía un año en un libro sobre la aventura, de la mano de su editora Josefina Licitra, aprovechó el tiempo para terminar de escribir y lanzar “El Barco Amarillo” a la venta. Según Constanza, “la publicación fue un proceso hermoso y difícil, porque la industria editorial está en crisis hace tiempo, más ahora con la pandemia, y la recomendación en general era que esperara, ¡me ofrecían publicar en 2022! Junto con una amiga, Florencia Catania, que casualmente estaba escribiendo otro libro, armamos una pequeña editorial”. Una desde el barco en Brasil y la otra desde Buenos Aires, consiguieron publicar, vender y distribuir sus libros por toda la Argentina y en otros países del mundo.
Así nació Amarillo Ediciones. En el mes que duró la preventa del libro “El Barco Amarillo”, se vendieron casi mil copias. Y otro tanto con el libro de Florencia Catania, “Mi primer ciclo”, pensado para resignificar positivamente la ciclicidad y acompañar a las infancias en sus primeros ciclos ovulatorios menstruales. Mi primer ciclo es una herramienta para ayudar a las niñas a su autoconocimiento, que es lo que permite la autovaloración y confianza en sí mismas.
La editorial en un principio nace para poder dar curso a los libros de Constanza y Florencia, que ya están pensando en el segundo de cada una, pero enseguida empezaron a recibir consultas de otros autores que, como ellas, no encontraban el camino para poder contar sus historias en papel. En todas las crisis hay oportunidades. En este caso, la falta de trabajo con turismo por la pandemia resultó en una empresa editorial que hoy es una solución económica para la familia de El Barco Amarillo.
Durante la preventa, que se extendió un mes, se vendieron mil ejemplares del libro. El Barco Amarillo cuesta $1250 pesos argentinos o US$ 25 por PayPal para el exterior. Podés acompañar el viaje y comprar un ejemplar del libro en Instagram