La serenidad, incontables médanos y la particularidad del agua donde el Río Quequén Salado se confunde con el Océano Atlántico, dan forma a Marisol, un pago costero ubicado en el sudeste de la provincia de Buenos Aires conocido también como Balneario Oriente. Fue la playa elegida por Diego Maradona durante los años ’90.
Está ubicada en el distrito de Coronel Dorrego, alejada de las grandes urbes y enmarcada por paisajes ribereños, boscosos y marítimos, viven 200 personas. A 66 kilómetros de Monte Hermoso por la línea de costa, la playa de Marisol es una de las más atractivas de la región, especialmente para aquellos que buscan espacios costeros agrestes y con mínima intervención del hombre. Eucaliptos, álamos, pinos, médanos blancos y forestados, y sus playas de cincuenta kilómetros, crean una magnífica escenografía. Los atardeceres son imponentes.
“Somos una familia oriunda de Bahía Blanca, que se enamoró de Marisol y decidió realizar un emprendimiento en este hermoso lugar. La pandemia nos acercó de casualidad a lo que ahora es parte de nuestro día a día y nos llena de alegría”, cuenta Rocio Stempels Bautista, administradora de Altos de Marisol (@altos.demarisol).
El complejo cuenta con cabañas para hasta siete personas, desayuno, bicicletas, kayaks, juego de playa, internet, tv, estacionamiento, patios con hamacas paraguayas para disfrutar del canto de los pájaros y observar zorros y cuises que construyen sus casas bajo tierra. “Amamos el mar y queremos brindar lo mejor porque como decimos nosotros: estamos en el paraíso. Queremos apostar por el crecimiento sustentable y la mejoría de la oferta turística”, expresó.
En esta postal sureña es común la práctica de deportes acuáticos como kitesurf o surf o stand up paddle o pesca deportiva en el Río Quequén y Mar Argentino.
Su puente antiguo, que recuerda el trazado original del pueblo costero. Desde Marisol se pueden recorrer otros atractivos como la cascada Cifuentes, “la más alta de la provincia”. También se puede visitar desde allí la Cueva del Tigre, paraje que antiguamente fue utilizado como vado natural por carretas, arreos y viajeros para atravesar el Rio Quequén Salado.
A pocos metros de ese paso se observan varios saltos de agua y cuevas, en una de ellas, se refugió en 1860 Félix Pacheco, un cuatrero conocido como “El Tigre del Quequén”, que según la creencia popular, aprovechaba la proximidad con este paso para asaltar a los viajeros que lo atravesaban.
Foto: Guido Rodríguez (Cascada Cifuentes).