Por Silvina Baldino
Pato López es decoradora y restauradora. Dedica su vida al arte; interviene objetos y diseña indumentaria vintage. Su hogar es su refugio, el lugar donde comparte su vida ecléctica junto a sus perros. Cree que las casas deben tener un nombre. Los Cuatros Vientos es el de la suya, porque en uno de los puntos se puede percibir la brisa en las 4 direcciones de los puntos cardinales.
La fachada lo dice todo. Un muro ciego con enredadera incipiente y murales que pintó su hijo Patricio, también artista. El garage convertido en galería, donde Pato dicta los talleres y restaura los muebles, es un espacio ganado en la casa. Pato bloqueó el portón, armó el patio “Marruecos” de un lado y del otro colocó un cerramiento de hierro para dar paso al otro espacio abierto de la casa: el jardín “Bali”, una especie de jungla inmersa en la ciudad.
El interior de la casa, ubicada en Lomas de San Isidro, es espontaneidad y un reto al perfeccionismo. La construcción era blanca y minimalista, y poco a poco Pato la fue transformado en una especie de collage de sus hallazgos durante el transitar de la vida. Ya al entrar, se visualiza una imponente biblioteca de diseño geométrico donde habitan cientos de libros. Junto a ella, dos sillones franceses intervenidos cada uno en forma (y colores) diferentes. Un espacio lleno de tesoros y recuerdos.
Los cientos de cuadros se ubican donde sea que caigan: en el piso, sobre muebles, amontonados o colgados a alturas impensadas. En cualquier lugar de la casa, incluso los baños. Muchos sombreros, bustos, esculturas, cortinas esterillas enrollables, libros antiguos en diferentes idiomas, una mesa con pequeñas esculturas traídas de viajes. Muebles que respetarles la edad, con sus imperfecciones y sus rastros de uso, como la mesa de campo del comedor. “No me importa que queden marcas, esto es señal de que los objetos se viven”, dice la dueña de casa.
Durante la pandemia, activó su motor creativo e hizo cambios con grandes apuestas: las paredes del comedor con estuco donde se dejan ver las grietas, los pisos de la planta alta pintados con stencil, los azulejos de la cocina decorados a mano porque es muy fan de las mayólicas y las cocinas como en la Toscana. En el dormitorio, pintó un enorme mural en la cabecera de la cama inspirado en el trabajo de Nathalie Lete.
Pato defiende el reciclaje creativo. El aporte de la imaginación y la sostenibilidad. Entre otras cosas encontramos unas cortinas en el bajo mesada de la cocina hechas con un viejo mantel de Manuel Canovas, una lámpara que antes fue tambor de lavarropas, una mesa elaborada con paneles de computadoras en desuso, una pajarera intervenida con suculentas en el jardín de la casa. Los textiles también son una debilidad. Un saco elaborado con una manta italiana, tela de un almohadón y pana.
El exterior no escapa a la sorpresa. Por un lado el patio marroquí con mucho sol, macetas y , y por el otro un jardín con plantas altas y de hojas gigantes que sirven como marco de la piscina. Una mesa para disfrutar de charlas y momentos gastro con macetas; una escultura traída de Uruguay que es una ronda de mujeres, que simboliza la unión y el convite; un yaguareté de madera realizado por artesanos de Santiago del Estero que sirve de maceta. Un oasis natural inigualable.
Su casa taller se utiliza también como locación para marcas y producciones. También para la realización de pequenos eventos. ¿Se puede visitar la casa? No está abierto al público, pero seguramente si querés consultar por algún trabajo o taller, Pato te recibirá con tanta calidez que te vas a sentir como en casa.
Un recorrido en fotos >>
En Instagram: @los_cuatro_vientos