Diseño, arte y belleza en la mesa. Gr andes cocineros han su creatividad al servicio de ceramistas para ofrecer sus preparaciones en vajilla de piezas únicas impulsado por un comensal cada día más exigente y que busca nuevas experiencias. Pero también ocurre en el cotidiano, donde también el gusto por una mesa bien puesta y la vajilla como protagonista, ha cobrado fuerza. En este contexto, la ceramista Ana Echeverría decidió desarrollar un emprendimiento que involucre las pasiones de su vida: estar con su familia y trabajar la arcilla.
Ana transformó el lavadero de su casa y destinó una porción de ese espacio para su taller. Con una espléndida vista hacia el jardín, la ceramista dedica su tiempo a la alfarería en la calidez de su hogar familiar. Y allí se la ve a ella, con el sonido de una música de fondo moldeando sus cacharros que servirán de contención para alguna comida. “Desde los 10 años que hago cerámica”, recuerda Ana. “Iba a un taller en mi barrio (zona de 4 y 38) todas las tardes, porque era mi hobby”. Ana hizo una carrera terciaria de cerámica e instaló un taller en la casa familiar y se dedicó a dar clases. Luego formó una familia y dejó la docencia para dedicarse a la venta ambulante (joyería y ropa). Había que sustentarse económicamente. Pero Ana nunca dejó su beta artística de lado. Ya instalada en su casa de Gonnet, continuó formándose en distintas instituciones educativas (pasó por la Escuela Municipal de Cerámica de Avellaneda, por los talleres en Bellas Artes de la UNLP, participó de encuentros de ceramistas, entre otras). “Hace dos años me dije: ‘tengo que volver a mi primer amor: la arcilla'”, y así fue que instaló un pequeño taller en su casa.
Allí descansan los objetos, cada uno en diferente proceso. Un pequeño horno y vajilla (tazas, platos, cuencos, platos de sitio, objetos, etc). Todo elaborado con sus propias manos y cocinado en horno de altísima temperatura. La idea de Ana es trabajar sobre una linea de productos “rústica e imperfecta”, sin moldes. “Lo que es seriado no me gusta. Yo no repito ni siquiera el esmalte, son esmaltes no tóxicos que yo fabrico. Los mismos colores pero trabajados diferente. Me gusta mucho amasar, ir cortando, pasar la esponja, la lija… elijo trabajar con arcilla blanca y con chamote, porque esto último es lo que le da textura y lo convierte en una pieza rústica” confiesa la ceramista, quien ansía el momento de la salida del horno: “ver el blanco liso bizcocho y ahí jugar con pinceladas de colores, pinceladas me llena el alma”.
Actualmente, Ana está trabajando con tres líneas: Imperfecta (cuencos: afuera son óxidos, y adentro blanco brillante), Color (platos y jarros con brillante y tonos vibrantes), Sobria (colores neutros). Las piezas tienen un esmaltado diferente, por lo que cada una de ellas lleva una impronta. “No es mi estilo los platos todos iguales y perfectos” dice, “me gusta crear, por eso no trabajo con moldes”.
La británica Linda Style es su inspiración más profunda. “Me identifico mucho con lo que ella hace”, dice. “Si bien no la copio, me inspiro en ella porque utiliza mucho color y sus piezas son desiguales. Utiliza distintos esmaltes, los mezcla y salen bellezas. A mí me encanta, la admiro y en Facebook le pondero todo y ella me contesta” (risas).
Para esta emprendedora las expectativas de su trabajo son muy buenas: “Estoy sorprendida de la gran repercusión que está tuve con la propuesta cuando apenas la acabo de lanzar”, dice. “Con las ferias te das cuenta quién valora lo hecho a mano. Y eso me gusta mucho, yo pensé se había perdido el valor de lo artesanal“. Y adelanta: “lo que viene son novedosas piezas de cerámica mezcladas con vidrio, siempre objetos únicos”.
Con su propuesta, Ana Echeverría eleva la cerámica desde una base funcional y esencial, como un soporte de lo que comemos cada día integrando el objeto estético a lo gastronómico, y rozando una pequeña obra de arte.
Ana Echeverría Cerámicas
En Instagram: @anaecheverriaceramicas