Por Romina Soliani
¿Por qué rendimos homenaje a lo largo y ancho del país a esta cepa? Como el resto, tiene su fecha de honor, pero es la única a la que extendemos su celebración para alzar las copas durante una semana, y hay quienes lo hacen durante el todo el mes de abril.
Y es que hablar del Malbec es hablar de una variedad con una profunda carga histórica desde su origen plebeyo, en el sudoeste francés, a ser parte del patrimonio genético de nuestro país.
Sin destacarse por encima del puñado de cepas con las que llegó a Argentina a mediados del siglo XIX, de la mano del ampelógrafo e hibridador Michel Aimé Pouget, fue trabajada durante 170 años por vitivinicultores inmigrantes y locales logrando posicionarse como la variedad insignia nacional.
No ha sido más que su arraigo a la historia en el lugar, es decir, a su maravillosa capacidad de adaptación a la diversidad de climas y suelos, así como su plasticidad a la hora de ofrecer estilos de vinos con expresiones tan amplias, los puntos raquídeos por los que ha ganado el corazón y colmado de desafíos a las y los enólogos del país. Todo ello en constante búsqueda y sostenimiento de los estándares de calidad del Malbec logrados hasta nuestros días.
Ahora bien, ¿es posible definir un perfil de la cepa según la zona en la que crece? ¿Cambió el Malbec en los últimos años? ¿Cuál es la búsqueda desde las bodegas?
La palabra y respuestas a estos interrogantes de la mano de cinco figuras de bodegas boutiques, de diferentes provincias productoras de vid.
Salta, concentración a flor de piel
Mucho se habla de los Malbec de esta parte del norte argentino, catalogándoselos como abundantes e intensos en color y aroma. Son vinos seductores en nariz, destacándose las frutas rojas y negras maduras, especias y presencia de notas herbales. Su boca ofrece rica acidez, gran cuerpo y elegancia.
Clara Isasmendi, arquitecta y cuarta generación de vitivinicultores de bodega Familia Isasmendi pionera en la provincia salteña, cuenta cómo es el perfil de sus Malbec nacidos en viñedos localizados a 2.500 msnm en Cachi.
“El Malbec que buscamos es el que represente el terruño de extrema altura, con lo que intentamos trabajar mucho en el viñedo, y una vez en la bodega el vino se hace solo, nosotros solamente acompañamos en el proceso”.
La bodega cuenta con dos etiquetas Malbec: Cellarius, auténtica expresión del Malbec de altura, sin ningún tipo de intervención; y Familia Isasmendi con un poco de aporte de madera nueva para hacer una opción más compleja.
Ambos son vinos concentrados donde según Clara, “se expresa que hubo mucho asoleamiento y mucha amplitud térmica, acideces pero también madureces marcadas, y un tanto herbales”.
En reflexión sobre las formas actuales de tratar la planta en el viñedo, Clara sostiene que “se busca un perfil más purista del Malbec. Ahora se sabemos que se da bien en Argentina, y su perfil es completamente distinto a lo largo y ancho del país, y de norte a sur de la cordillera. Es una variedad a la que le gusta mucho la altura”.
A su vez, diferenciando un pasado y presente en las formas de elaborar el varietal, afirma: “hoy se tiende a la expresión del terroir y no tanto a la receta de la bodega, sino a la expresión del viñedo. Estamos volviendo a tierra”.
San Juan, hacia el descubrimiento de perfiles malbequianos
Poco a poco los Malbec de esta provincia cuyana de suelos calcáreos prehistóricos y clima frío, sorprenden por la profundidad de su color y complejidad aromática. Vinos de carácter y de excelente acidez natural, que oscilan entre un costado sutil y salvaje.
Juan Pablo Ripalta, enólogo y propietario de Roble Negro Wines, destaca la labor conjunta de los enólogos y enólogas en cada terroir, de cara a revelar “un gran abanico en los perfiles de Malbec por la cantidad de valles que hay en la zona, lo que da muchas ventajas a la hora de elegir uno. Por ejemplo, de tener Malbec de Valle de Tulúm a 800 msnm, súper frescos, ligeros y con taninos dulces; pasando por otro Valle como Calingasta a 1400 msnm con notas de frutos rojos y estructura para potencial de guarda; al Valle de Pedernal con alturas que van de los 1250 a los 1500 msnm y que nos da súper vinos con estructura, complejos y con potencial de guarda extraordinarios”.
Focalizando en el gran trabajo que se está haciendo en el país, a raíz de estudios tanto en los perfiles del vino como en viñedos, lo que es reflejado en vinos varietales superadores respecto a aquellos primeros vinos con la variedad, cuenta cuál es la búsqueda desde Roble Negro, bodega ubicada en el corazón del Valle de Pedernal, que desde 2007 es una Indicación Geográfica (I.G.) vitivinícola.
“Nuestro objetivo es sacar el máximo potencial de los Malbec que elaboramos, que se ven reflejados en nuestros vinos Reserva y Gran Reserva con potencial de guarda prolongados”, esto último en consonancia con el perfil más puro de la variedad en la zona y en pos de satisfacer aquellos paladares exquisitos que prefieren vinos mayormente estructurados y complejos.
Mendoza, cuna guardiana del prestigio y calidad de la variedad
Pionera en establecer la D.O.C. Luján de Cuyo, la primera de Argentina -y de Sudamérica- para impulsar y proteger el desarrollo del Malbec, los vinos con esta cepa se identifican por su equilibrio, taninos amables y facilidad de beber.
Gabriela Celeste, ingeniera agrónoma y enóloga de múltiples proyectos vitivinícolas del país, en ellos Vignes des Andes, destaca la versatilidad de la variedad, al tiempo que la tipicidad en la zona alta de Agrelo donde se afinca la bodega.
Aquí el Malbec “se expresa con frescura, dando vinos de gran color y matiz purpúreo, diversas notas de fruta roja, buena amplitud en boca, con taninos siempre dulces”.
A su vez, detalla la búsqueda permanente de un perfil de vinos que “reflejen el terruño, que a su vez sean bebibles, con capacidad de guarda – incluso lograr vinos que en 20 años estén óptimos para beber- y con carácter pulido. Es decir, nada de rusticidad y mucho equilibrio”.
Es precisamente la revalorización del terroir donde actualmente se cultiva el Malbec por la que Gabriela afirma que existe un aumento de “la oferta que hay de este cepaje en Argentina”.
Fernanda Martino, responsable de marca de la bodega Martino Wines, traza una diferenciación entre el tipo de Malbecs que se dan en Agrelo donde se sitúa la bodega, con respecto a las viñas de Valle de Uco.
“En Agrelo, zona de suelos profundos, de característica limosos y arcillosos que dan como resultado malbecs más estructurados, muy potentes, donde sobresale la fruta negra o la fruta roja bien madura, con un intensidad aromática media y de colores profundos”. En tanto, en la zona de Valle de Uco los Malbecs , “muestran colores más vivaces, más brillantes, con una fruta mucha más fresca y más florales”, afirma.
En la misma línea de hacer foco en el terruño, Fernanda detalla que desde la bodega se realizan trabajos de single vineyards. “Como equipo buscamos las diversas expresiones del Malbec provenientes de diversas regiones. Nos gusta resaltar la versatilidad de esta uva y lo maravillosa que puede ser aún proviniendo de diferentes zonas, de diferentes alturas y hasta diferentes climas”, especifica.
Desde su visión, esta línea va de la mano con la de los consumidores de la variedad y “la búsqueda de malbecs bien auténticos y sin intervención”.
Río Negro, el desafío de brillar con versatilidad propia
Si bien en esta provincia –así como en la región sureña toda-, de clima fresco a templado, desértico y seco, las variedades tintas como la Pinot Noir y el Merlot son las que mejor esplendor alcanzan, el Malbec ofrece vinos de perfil sobrio. Estos tienen mucha frescura y acidez, a la vez que poseen elegancia e interesante potencial de envejecimiento.
Carlos Banacloy, winemaker y fundador de Antigua Bodega Patagónica, ubicada en el corazón Valle de Mainqué, caracteriza al Malbec local como “con muy buena nariz, muy buena estructura y que soportan muy bien paso por madera. Esto permite vinos de perfiles muy versátiles, desde vinos muy frutados y frescos a vinos de mucho potencial de guarda y estructura”.
Actualmente el porfolio de la bodega posee tres etiquetas de Malbec: el Clásico, con mucha fruta, fresco y muy bebible; el Reserva con un paso por madera bien integrada a esa fruta y frescura; y el Gran Reserva.
Reflexionando acerca del perfil de la variedad que se busca en la zona, Carlos detalla la importancia de “buscar lo identitario, no nacionalizar la cepa, sino tratar de buscar la identidad de cada uno de los Malbec según su región”.
A su vez, considera que existe un mito alrededor de las expectativas sobre la variedad, puesto que el cepaje “ha realizado ya su recorrido y por sí solo se ha generado una marca muy identitaria en Argentina, donde el consumidor encuentra un vino amigable”, afirma.
* Romina Soliani es sommelier y comunicadora del vino. En Instagram: @romasol_arg