Alto Viaje: “El placer está en encontrar una historia para contar”

Nicolás Bonder terminó la carrera de Administración de Empresas pero su pasión por las letras lo llevó a adoptar la escritura como un modo de vida, en sintonía con la aventura. Hablamos de Nicolás Bonder (36), nacido en Chaco, quien lleva adelante un proyecto viajero donde relata minuciosamente cada una de sus aventuras. Junto a su pareja Luisiana Lezcano (34 años), una psicopedagoga tucumana, recorren desde hace varios años el mundo. Desde Australia, Nico nos cuenta sobre sus inicios como viajero, la desolación que vivenció en China en plena declaración de pandemia, y sus experiencias flasheras de sus viajes.

 

– ¿Quién es Nico el escritor de Alto Viaje? 

Nací y viví en el Chaco hasta que terminé el colegio y en el 2002 me mudé a Córdoba. Estudié Administración y en un momento que andaba aburrido me anoté en un taller de escritura y descubrí el gusto por crear historias.

–  ¿Cómo nace tu pasión por los viajes? 

Siempre me dieron mucha curiosidad los mapas, de chico tenía una enciclopedia y siempre buscaba las páginas donde había algún país que desconocía para leer dónde quedaba, ver su bandera o cuánta gente vivía ahí. Cuando ya vivía en Córdoba escuché a una chica contar su viaje por Bolivia, Perú y el Amazonas, y quedé maravillado, yo también quería hacer eso. Y me quedó dando vueltas en la cabeza hasta que lo hicimos.

– ¿Cuándo iniciaste este último viaje y cuál fue el plan original? 

Salimos de Argentina en noviembre de 2018. La idea era estar unos meses en Nueva Zelanda, recorrer el Sudeste Asiático y volver a Argentina. El plan cambió y decidimos incluir a China y a Japón en el recorrido; pero cuando terminamos de conocer todo, nos dimos cuenta que no sabíamos si algún día podríamos volver a viajar a esta parte del mundo. Decidimos incluir en este largo viaje a Australia.

¿Como conociste a Luisiana? 

La choqué sin querer en un boliche que hoy ya no existe. Ella estaba bailando un poco borracha, se rió y me dijo que la próxima le pidiera permiso. Eso me dio pie para seguirle le juego hasta que la encontré sola, momento que aproveché para pedirle el teléfono, pero me tuve que conformar con el mail. Así que estuvimos chateando como un mes por el viejo Messenger, hasta que la convencí de juntarnos a tomar algo. Eso fue hace 10 años.

– ¿Cómo es compartir este proyecto viajero? 

Nos encanta viajar juntos. Nos complementamos mucho: yo tengo capacidad para organizar los viajes y ella es la que siempre se guía en los mapas y en las ciudades desconocidas. Además, disfrutamos de hacer cosas juntos, poder señalar algo del paisaje que te llamó la atención o un pez mientras buceas y saber que la otra persona también se va a asombrar es hermoso. O sea, creo que cuando hacés algo que te gusta, si lo podés compartir con alguien que amás, lo disfrutás mucho más. Y cuando estás triste, o extrañás o te sentías mal por algo, tener a tu pareja al lado hace que todo sea más llevadero.

– ¿Qué tiene de especial la escritura para vos?  ¿Qué momentos elegís para sentarte a escribir? 

Empecé escribiendo ficción, cuentos. El momento que te das cuenta que tenés una nueva idea dando vueltas en la cabeza, que acaba de crearse un universo nuevo que podés poner en un papel es genial, pero también desesperante, porque necesitás escribir todo antes de olvidarte, antes que se te borre lo que querés que haga un personaje o que le responda otro. Y después de escribir, leer, corregir, reescribir, releer, etc., cuando sentís que ya está, que no podés mejorar nada más y que tenés lista la historia, también es un momento de disfrute.

Cuando empezamos a viajar cambié la ficción por los relatos de viajes. Así que ahora el placer está en encontrar una historia que nos vincule con un lugar o con una cultura, darme cuenta que estoy viviendo algo que hasta ese momento no leí en ningún lado, y que sólo puede vivirse cuando estás en movimiento, cuando te enfrentás a lo desconocido. Saber que puedo contar ese tipo de experiencias a otras personas, que van a poder viajar a través de mis palabras, me da mucha satisfacción.

Además, soy muy curioso, así que me encanta esto porque me obliga a leer e investigar mucho para aprender sobre los países sobre los que quiero escribir, porque si no te interiorizás sobre la cultura que estás describiendo, podés escribir una burrada o ser ofensivo. Kapuściński dice que hay que leer 100 páginas antes de poder escribir una, no llego a esa proporción, pero en este viaje aprendí muchísimo sobre una región que desconocía totalmente, porque al estar tan lejos y estar tan poco relacionada con nuestra historia, son países de los que nos enseñan muy poco.

– ¿Qué va a encontrar el lector en tus libros? 

En “Recorriendo Sudamérica, en busca de nuestros niños interiores” van a encontrar los momentos más importantes de nuestro recorrido de casi 31.000 kilómetros por 10 países de Sudamérica durante 195 días, incluyendo todo lo que vivimos en las 3 Guayanas. El libro tiene unas 40 historias, que se pueden leer siguiendo el orden que plantea el libro o se pueden leer de acuerdo al orden cronológico del viaje. Además, tiene muchas fotos y unas ilustraciones hermosas.

En mis libros de ficción hay cuentos cortos, muchos con humor, algunos con dramas. Generalmente mis cuentos son dinámicos, tienen un estilo directo, que avanzan por las acciones de los protagonistas. Tenía un montón de cuentos dispersos, y los agrupé en 3 libros: en uno compilé todos los que estaban alrededor del mundo fútbol; en otro junté las historias que se respiran en pueblos pequeños, con muchos personajes de esos que uno puede odiar tranquilo. Creo que es el libro con más delirio que tengo; y el otro se llama “Anécdotas infantiles”, y muestra pequeñas historias que van desde la niñez hasta el fin de la adolescencia.

– Los sorprendió la cuarentena en pleno epicentro del origen de la pandemia ¿Qué tan shockeante resultó? 

Lo más estresante era la incertidumbre. Había muy poca información confiable. Estábamos en Japón y no sabíamos que hacer, cada día había una noticia nueva, algunos exageraban lo que pasaba y otros lo minimizaban. Justo el día que nos dieron la visa de China, fue el día que el presidente Xi Jinping reconoció que el tema del Coronavirus era grave y comenzaron a tomar medidas, pero no quedaba claro si el problema era sólo en Wuhan o en todo China, tampoco qué iba a estar abierto y qué no y si se iba a poder viajar por el país o no. Así que decidimos ir y sacarnos las dudas personalmente.

El primer momento shockeante lo tuvimos cuando hicimos escala en el aeropuerto de Shangai. Estábamos esperando el vuelo que nos llevaría a Pekín y recibimos un mail del hotel de Pekín diciéndonos que solo iban a poder recibirnos por esa noche y al día siguiente teníamos que buscarnos otro hotel. Así que tuvimos que comenzar a pensar dónde dormiríamos al día siguiente. Lo desesperante era que muchos hoteles habían cerrado y otros no aceptaban extranjeros. Por suerte a la mañana siguiente encontramos uno con 2 camas libres.

Una vez instalados en el hotel nuevo empezamos a leer noticias de que todos los lugares que queríamos conocer anunciaban que iban a cerrar o que ya habían cerrado. Así que decidimos irnos lo más rápido posible.

Mi mamá estaba desesperada, me puteaba por haber ido, nuestras familias estaban muy asustadas y nos insistían que dejáramos el país urgente porque en los medios la información era bastante tremendista, mientras en China se vivía todo bastante tranquilo, aunque las calles y los subtes estaban vacíos.

Alcanzamos a conocer la Gran Muralla desde abajo, la vimos desde un lago congelado, y a los 4 días nos fuimos. Sacar los pasajes también fue muy estresante, ya que muchos países estaban cerrando las fronteras y no sabíamos si íbamos a poder salir de China, y cuando pensamos que ya teníamos los pasajes para irnos, nos llegó un mail avisando que no se había hecho la reserva y tuvimos que hacer todo de nuevo. Así que cuando estuvimos arriba del avión, sentimos un gran alivio.

– ¿Por que eligieron refugiarse en Filipinas? 

En nuestro plan, Filipinas era el último país antes de viajar a Australia, pero pensábamos pasar antes por Hong Kong, tuvimos que saltar esa parte y volamos directo desde Pekín a Manila. Tuvimos suerte porque unos días después Filipinas prohibió todos los vuelos desde China. Y cuando llegamos a Australia tuvimos la misma suerte, ya que una semana después cerraron la frontera para todos los vuelos internacionales.

– Ahora están en Australia haciendo un voluntariado en el medio del campo… ¿Cómo son sus días? ¿Cómo se vive allí la pandemia? 

Estar tan aislados en el medio del bush australiano tiene sus pros y sus contras. Es un poco aburrido porque no tenemos a donde ir, pero nos hace sentir seguros porque no tenemos contacto con mucha gente. Trabajamos algunas horas a cambio de la casa y la comida, y el resto del tiempo aprovechamos para trabajar en nuestros proyectos. Yo paso el tiempo leyendo, escribiendo cosas para el diario y el blog o creando contenido para las redes, y Lu aprovecha para cantar y tocar el ukelele.

En Australia empezaron con los casos en el mismo momento que Argentina, tuvieron un pico y lo controlaron. Después cometieron un par de errores y volvió a incrementar el número de casos, pero tomaron medidas rápidamente y ya hicieron bajar de nuevo la cantidad de casos diarios. El gobierno da ayuda económica a los negocios y a la gente que está enferma e incluso a los que tienen síntomas y no van a trabajar por las dudas que estén enfermos. También han hecho una campaña de prevención muy fuerte, tanto en los medios tradicionales, como en las redes sociales y hasta en Spotify.

Para ser sinceros, nos angustia mucho más todo lo que está pasando en la Argentina. Las noticias que leemos son bastante desalentadoras, tanto por la cantidad de casos que hay cada día, como por las consecuencias económicas que vemos reflejadas en muchos comentarios.

– Ustedes visitan destinos poco turísticos… ¿Qué les atrae de lo exótico?

Más allá de los lugares que elegimos visitar, lo diferente en nuestros viajes es la forma que tenemos de conocer esos lugares. Siempre que podemos viajamos a dedo y nos alojamos en casas de locales a través de Couchsurfing; todo eso nos permite conocer muchas historias que de otra forma nunca conoceríamos y vivir momentos únicos. De esas experiencias nacen la mayoría de las historias que después puedo escribir, y disfrutamos mucho de que nos pasen cosas que sabemos que no nos hubieran pasado si hiciéramos un viaje tradicional, como haber sido invitados a un cumpleaños en Vietnam y terminar durmiendo en la casa del cumpleañero; algo que nos pasó después de bajarnos de un camión, cuando nos acercamos a la casa para ver si nos dejaban pasar al baño.

En Filipinas sí elegimos ir a islas no tan populares, porque queríamos esquivar un poco los lugares más turísticos, para poder relajarnos más.

– De los 23 países recorridos… ¿Cuál te voló la cabeza? 

Creo que nunca es fácil elegir un país preferido, porque cada uno tiene algo que te gusta o que te asombra. Pero si tenemos que elegir, diría que en el viaje por Sudamérica el país que más nos gustó fue Colombia. Tiene paisajes increíbles, desde el Caribe hasta el Eje Cafetero y la gente fue siempre súper amable con nosotros.

En este viaje nos encantó Tailandia. Tiene muchísimos lugares interesantes para conocer. También tiene playas hermosas, montañas, mucha cultura y religión y su gastronomía es excelente. Además, es un país bastante económico para viajar. Y su gente, al igual que la colombiana, es muy amable.

– ¿Alguna experiencia para destacar en esta aventura?

En el primer viaje lo que nos fascinó fue algo que vimos en Surinam. Caminando por Paramaribo, su capital, nos encontramos con un funeral con hombres bailando con el cajón sobre los hombros, como el video que se puso de moda hace un par de meses. Los hombres estaban vestidos de negro, y bailaban al ritmo de las trompetas que tocaban otros, mientras las mujeres estaban vestidas de blanco con faldas largas y también bailaban. Para nosotros que estamos acostumbrados a vivir a la muerte como una tragedia, ver esa alegría fue increíble, nos quedamos mirando todo y sentíamos la felicidad que esas personas transmitían y nos fuimos de ahí con una sonrisa.

Otra experiencia que nunca vamos a olvidar es cuando conseguimos alojarnos por Couchsurfing en un templo budista en el norte de Tailandia, invitados por un profesor de música de la tribu Akha. Eso nos permitió pasar tiempo con los monjes, vivir sus rutinas y rituales, de hecho, yo pude acompañar a uno de los monjes a recibir las ofrendas matinales. Y también pudimos vivir los festejos de las tribus de las montañas, porque justo era el inicio de la temporada de lluvia, que lo celebran como si fuera el inicio de un nuevo año o de un nuevo ciclo, por lo que pueden comenzar a sembrar.

Para nosotros estar rodeados solo de personas locales, sin ningún otro turista, escuchando a esas personas cantar en su lengua en un escenario, rodeados de montañas verdes, arrozales y plantaciones de té, fue muy emocionante, cuando nos dimos cuenta de dónde estábamos, lo lejos que nos encontrábamos de nuestro hogar y lo que estábamos viviendo juntos, no pudimos evitar que se nos cayeran algunas lágrimas.

– ¿Algún destino que mueras de ganas por conocer? 

Tenemos muchos pendientes. Las pirámides de Egipto, atravesar Rusia y Mongolia, recorrer los países nórdicos y ver las auroras boreales.

– ¿Cómo sigue el plan de Alto Viaje? ¿Próximo destino?  

Hace casi 2 años que nos fuimos de casa y estamos extrañando, así que queremos volver antes de fin de año. Hasta ahí la tenemos clara, después todo es incertidumbre. El plan era de Argentina ir para Europa, pero con la situación actual, tanto económica como de restricciones por salud, no tenemos idea si podremos seguir adelante con nuestro plan.

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Fotos: gentileza Nico Bonder

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